Ana y los imbéciles
No le dieron la chance de pelear para vivir o, al menos, mejorar su forma de morir. Su historia muestra los efectos de la desigualdad y el avasallamiento de derechos fundamentales: ser mujer y pobre fue una combinación fatal. “Todos los días le lloraba, le pedía, le rogaba al director del hospital para que salve a mi hija. Nadie nos hacía caso”, dijo Norma Cuevas, durante el velorio de su hija en la sala de Cáritas en la localidad de Vera.
Como murió, ahora sé que se llamaba Ana Acevedo. Y es que los pobres tienen nombre y apellido sólo después que mueren. Con suerte.
Hace poco me indigné cuando leí que no habían querido hacerle un aborto para poder ser tratada del cáncer. Durante cinco meses llevó adelante ese embarazo contra su voluntad y sumida en el dolor de su enfermedad no atendida. El bebé nació con
Ana murió el jueves 17, a los 20 años, con dolores insoportables. Sin un aborto a tiempo que le hubiera permitido vivir, sin tratamiento, abandonada por el Estado pero sobre todo por los médicos que, tal como lo expresó Paula Condrac, de
Vale la pena leerse la historia completa, aunque sea para ahogarse en la bronca.
Pero también vale la pena porque el lunes 28 se presentó en el Congreso de la Nación el Proyecto de Ley de
El proyecto dice en sus dos primeros artículos
"Art. 1º: Toda mujer tiene derecho a decidir la interrupción voluntaria de su embarazo durante las primeras doce semanas del proceso gestacional.
Art. 2º: Toda mujer tiene derecho a acceder a la realización de la práctica del aborto en los servicios del sistema de salud, en las condiciones que determina la presente ley".
En forma simultánea y en distintas ciudades de todo el país, se llevarán a cabo actividades que llamarán a los ciudadanos a ser partícipes de este gran movimiento que promueve la legalización del aborto.
No dejemos que una vez más ganen los irracionales y los autoritarios. La despenalización del aborto en Argentina no puede demorar más.
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